lunes, 26 de julio de 2010

El imperio de las luces II


He aquí la obra El imperio de las luces II[1], del surrealista francés Magritte. Para Edgar Morin, una lógica que explique la realidad no puede ser la clásica, sino que debe ser una lógica de la complejidad, la cual necesita obviamente contener dentro de sí la contradicción, comprenderla y admitirla (en tanto que la realidad es caótica, etcétera). Dicho esto, debe quedar claro que una lógica tal violaría el principio de no contradicción y entonces dejaría de ser lógica. Pero volvamos al cuadro, y propongamos una salida a esta tesitura de difícil -si no imposible- solución. Vemos en ella una calle en la que es de noche, donde las casas tienen las luces eléctricas encendidas, e ídem ocurre con la farola. Sin embargo, estas casas están cubiertas por un portentoso cielo de mediodía. Esto viola el principio de no contradicción: es al mismo tiempo de día y de noche. Lo que pretendo decir con esto es que si bien el lenguaje de la lógica se muestra insuficiente para dar cuenta de algo así, no significa en absoluto que sea impensable, y ni siquiera inexpresable: ahí está el lenguaje metateórico del arte. Lo bien cierto es que sin el componente diurno no existe el nocturno, y sin el nocturno tampoco el diurno. La fragua de ambos da lugar a eso que conocemos como “día”[2]. Intentemos pensar en un mundo en que siempre fuera de día: el día no existiría, porque al no existir la noche, no habría lugar para hablar del día, en el sentido de que sería “lo que hay”, sin más, luego no tendríamos porque delimitarlo o definirlo. De igual manera, si sólo existiera la noche, no nos molestaríamos ni en darle un nombre a este fenómeno, puesto que del día no tendríamos ninguna noción. En otras palabras, parece que la complejidad es en efecto el componente fundamental de la identidad. La identidad del día que conocemos se forma con estas dos fuerzas contrarias[3].

Como dice Morin, la lógica (clásica) no es suficiente para explicar esto, pero un pensamiento potente sí puede ponerlo de relieve. También dice Morin que el conocimiento humano debe servirse de todas sus dimensiones: no existe una ciencia sin biología, ni biología sin antroposociología, etc., y en este sentido, me parece que no hay que desechar el arte, en cuanto es una expresión humana, y por lo que parece, sí es capaz de decirnos algo. Al menos algo inteligente. Lo importante del arte es que puede expresar la complejidad sin violar la lógica clásica: si la lógica se compone de proposiciones en las que no cabe la contradicción, parece demostrado ya que el arte es capaz de expresar una contradicción sin tener que recurrir a una proposición (y fuera de la proposición, la jurisprudencia de la lógica es ineficaz). Se trata de una contradicción pero en términos no proposicionales, por lo que no se viola la lógica (cuyo funcionamiento es proposicional). Por suerte, el arte no entra en el juego infernal de la lógica.


[1] The Museum of Modern Art, New York.

[2] Día, digo, obviamente en el sentido de “jornada”.

[3] Quiero decir con todo esto que lo diurno tiene una definición negativa: diurno es lo que no es nocturno. Y por tanto entramos en una relación de contrariedad, sí, pero también –e innegablemente- de necesidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario