miércoles, 1 de junio de 2011

Entorno a la idea de simbolismo en W.B. Yeats


El poeta irlandés William B. Yeats dedicó parte de sus reflexiones a desentrañar la realidad de esemovimiento fluctuante que fue el simbolismo. Su visión del tema, como no podía ser de otra forma, está marcado por su condición de anglosajón. Gracias a su contribución, uno toma conciencia rápidamente de la poca tradición que lo inglés tuvo históricamente por la reflexión sobre el arte y la estética. Aunque reconoce en William Blake la primera figura que, en habla inglesa, diferencia entre los conceptos de símbolo y alegoría, no deja por ello de afirmar que en las épocas previas a este autor, dicha distinción resultaba impensable e impensada en el seno del marco al que nos referimos. En otras naciones como la francesa o la alemana, esta reflexión tiene una gran tradición y, a estos efectos, nos ofrece parte de una conversación que mantuvo con un pintor alemán, quien decía que en el simbolismo, encontramos expresiones que parecen inmejorables y que son sólo comprensibles mediante la intuición. En cambio, la alegoría no dejaría de ser un método torpe de decir algo, que encima requeriría un conocimiento para su comprensión.

A partir de aquí, el discurso de Yeats puede entenderse como una apología del símbolo –en el ámbito de la pintura- en la que relaciona este recurso con el fenómeno religioso y el visionario. En efecto, arguye que tanto religiosos como visionarios, al entrar en trance, ven símbolos que vienen a reflejar algo así como la perfección, en tanto que éstos últimos, al no referir abierta y explícitamente la realidad a la que aluden, se tornan puros por cuanto desligados y alejados de lo meramente físico, de lo ente. En este sentido, Yeats vuelve a referirse a Blake, quien identificó en la imaginación (una facultad humana históricamente marginada por la tradición metafísica occidental) como el lugar donde lo eterno y lo inmutable se hacen posibles en determinados estadios de la realidad humana. El mundo de las formas, de lo suprasensible tiene su acceso mediado por el símbolo, pues es aquello que despierta imaginación. Las propias obras de Blake requieren por parte del espectador un esfuerzo en este sentido y el método utilizado más tarde por Jung, el de la imaginación activa, vendrá a poner de relieve una voluntad del individuo por imaginar con el objeto último de sacar a la luz al espíritu mediante la representación artística –huelga decir que simbólica- de cuanto su imaginación ha podido desarrollar. Huelga decir que en esta idea existe una profunda influencia de la estética de Hegel, según la cual la obra de arte no es sino la plasmación material del espíritu, esto es, el inconsciente hecho artefacto en la nomenclatura de principios de siglo XX.

En lo tocante a la poesía, Yeats insiste en la necesidad que tiene Inglaterra por una reflexión sobre su arte y pone a Wagner (músico simbolista por excelencia) como ejemplo de artista que reflexiona su arte antes de ejecutarlo. El arte necesita de la crítica y en este sentido está en sintonía con su compatriota Oscar Wilde, quien entiende que el mismo crítico se torna artista. Dicho lo cual, se centra en un concepto que resulta de una gran importancia, a saber, el ritmo. Dice Yeats que el ritmo puede llevar a una persona “sensible”[1] a un estado de meditación tan profundo que uno puede llegar a ser “arrastrado más allá de toda memoria que no perteneciera a cosas que venían de más allá del umbral de la vida de vigilia”. Lo que quiere decir Yeats es que el ritmo puede captar la atención del individuo en un fenómeno en absoluto figurativo y que en tanto esta atención no está focalizada en un fenómeno figurativo, el individuo entra en un estado en el que está a la vez dormido y despierto. En ese preciso instante, pues, la imaginación del individuo empieza a formar símbolos, es decir, empieza a pensar de una forma en absoluto teorética. Podría decirse que el individuo ha entrado en trance.

Yeats defiende la idea de que en adelante, la gente deberá aceptar cambios radicales en las normas del arte, por cuanto éste deberá dejar atrás las representaciones objetivistas, realistas o naturalistas de la naturaleza (y vaya si lo ha hecho). Y lo deberá hacer por simple respeto a ésta, porque con el principio de incertidumbre de Heisenberg, el acceso del individuo a la naturaleza queda de suyo desautorizado. En su lugar, pues, cabe hablar de un arte simbolista que utilice el símbolo como medio de expresión. En dicho arte, la forma tendrá una primacía manifiesta sobre el contenido, y es que la poesía seguirá su curso hacia los “ritmos fluctuantes contemplativos”, que están basados en la imaginación, para dejar atrás los “ritmos enérgicos”, que tienen que ver con la voluntad, esa misma facultad humana que Schopenhauer señaló como la principal responsable de la desgracia del ser humano.



[1] Cuando Yeats se refiere a esta persona “sensible” deja entrever que no toda persona es capaz de experimentar estos estados: se requiere efectivamente una empatía superior, con lo cual se evidencia que el simbolismo no deja de ser un movimiento elitista, que distingue entre una percepción del arte elevada y una vulgar.

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