martes, 15 de febrero de 2011

La genealogía de la moral: autoafirmación y resentimiento


Aquello era un tormento, una continua e insoportable humillación que pasaba de la idea al sentimiento incesante e inmediato de que yo era una mosca, una vil e inútil mosca para todo el mundo; pero más inteligente, más culta y más noble que nadie, claro está; pero una mosca, al fin y al cabo, que continuamente cedía el paso a todos, una mosca humillada y ofendida por todos.
Fiódor M. Dostoievski

Toda concepción ontológica conduce al hombre a percibir el mundo, la realidad, la ciencia, la moral, etcétera, de una manera particularizada por aquella. Es por eso que para entender la concepción de la moral nietzscheana hay que entender primero su ontología. Nietzsche es un gran crítico de la metafísica idealista de Sócrates y Platón: niega la existencia de la cosa en sí. Ya no hay un avance lento y penoso hacia el concepto, hacia la idea, y ni mucho menos una aproximación a una idea de bien; lo que es, no lo es con independencia del ser humano, no existe una idea eterna, no existe una única verdad sino miles de verdades. La verdad, o lo que es, no es siempre uno y lo mismo sino lo que las personas pactan que sea (y más que las personas, tal y como veremos, es el vulgo). Puesto que la ontología de Nietzsche es la del pacto, la ciencia también lo es, pero lo que importa aquí es que en términos de moral, según lo que nos dice Nietzsche, no existe una idea de bien eterna e inmutable. Pensar que si la humanidad desapareciera del mundo y que una hipotética idea de bien continuara intacta es una idea que Nietzsche considerará abyecta. Bueno y malo es lo que el grupo dice que sea.
El uso de la genealogía como método para reflexionar acerca de qué sea y cómo esté articulada la moral, está justificado por la nietzscheana pretensión de acercarse al origen de la formación de las palabras “bueno” y “malo”. Lo bueno es una ficción, no es nada real u objetivo. Nietzsche hace una genealogía del término, esto es, busca el origen del mismo con el objeto de esclarecer lo que es hoy en día. “Bueno”, nos dice Nietzsche, viene a significar –en origen- “noble” o “aristocrático”, no en sentido socio-político, sino en el sentido de superioridad sobre otros; de todo esto se infiere que “malo”, al ser un término diametralmente opuesto a “bueno”, significará “vulgar”, o “plebeyo”. Así lo expresa el pensador alemán:
La indicación de cuál es el camino correcto me la proporcionó el problema referente a qué es lo que las designaciones de lo “bueno” acuñadas por las diversas lenguas pretenden propiamente significar en el aspecto etimológico: encontré aquí que todas ellas remiten a idéntica metamorfosis conceptual, -que, en todas partes, “noble”, “aristocrático” en el sentido estamental, es el concepto básico, a partir del cual se desarrolló luego, por necesidad, “bueno” en el sentido de “anímicamente noble”, de “aristocrático”, de “anímicamente de índole elevada”, anímicamente privilegiado”: un desarrollo que marcha siempre paralelo a aquel otro que hace que “vulgar”, “plebeyo”, “bajo”, acaben por pasar al concepto “malo” .
El ser humano poderoso es quien genera, o impone, o crea estas denominaciones y lo hace porque impone su voluntad de poder, impone la voluntad de denominar sus experiencias bajo un término que él mismo crea. El vulgo recibe una moral, así pues, impuesta por el que en terminología nietzscheana sería el “hombre superior”, pero debido a su debilidad inicia una transmutación de los valores, y los malos pasan a proclamarse buenos ante el mundo: el rebaño pasa a imponer su voluntad de poder, de manera que el hombre superior, o sea, el espíritu libre, ve coartada su actividad cuando intenta rebasar los límites impuestos por la moral colectiva.
Cuando Nietzsche habla de dicha rebelión, se está refiriendo básicamente a dos movimientos, por una parte al socialismo y la democracia, pero por otra, y fundamentalmente, al cristianismo. Conceptos tales como ley, solidaridad, sacrificio o virtud, son convertidos en valores por los gregarios, por el rebaño, por los resentidos, por los débiles, por los estoicos. Y lo hacen con la esperanza de poder frenar los espíritus nobles y libres. En El Antricristo dice Nietzsche que “el cristianismo ha encarnado la defensa de todos los débiles, bajos y malogrados; ha hecho un ideal del repudio de los instintos de conservación de la vida pletórica; ha hecho perder hasta la razón a los hombres intelectualmente más potentes” , de manera que por una paradoja humana, quizás demasiado humana, los valores que encarnan al hombre egregio (y que suelen coincidir con las virtudes de la tradición greco-romana) como la fortaleza, la justicia, la templanza, la prudencia, etcétera, pasan a formar parte de los valores denostados, de lo no aceptado. El hombre gregario se encarga de que sus valores sean transformados en los que tienen validez, asegurándose así aquello que más persigue: su supervivencia (sus valores son los de la humildad, la sumisión, la humillación, el sufrimiento, etcétera).
En una pequeña obra de Dostoievski llamada Memorias del subsuelo (1864) encontramos encarnado un espíritu noble ahogado en una burocracia que viene a representar el estrato más desarrollado del pacto del rebaño. Nuestro personaje vive en una soledad agobiante y con una economía depauperada que hace de su vida una tragedia, cuanto más si tenemos en cuenta que este hombre del subsuelo es absolutamente consciente de lo denigrante de su situación. Repudia al colectivo y es visto como un “tipo raro”, pues al ser un solitario, tal y como él mismo admite, no ha podido desarrollar habilidades sociales. Tanto mejor para él, pues el vulgo le resulta del todo despreciable. De su boca salen estas palabras que vienen a poner de relieve la cuestión del individualismo: “todos ellos, por el contrario, se parecían tanto los unos a los otros, y eran tan torpes, como los borregos de un rebaño. De toda la oficina, posiblemente sólo a mí, me parecía constantemente ser un servil y un cobarde; y si así me lo parecía, era porque yo estaba más desarrollado mentalmente que ellos” , y unos párrafos más tarde arguye “otra cosa que me atormentaba por aquel entonces, era que yo no me parecía a nadie, ni nadie se parecía a mí. ‘Yo soy uno, mientras que ellos son todos’-pensaba yo sumiéndome en reflexiones” y también se atreve a mascullar “les considero a todos unos peones de ajedrez” . No se identifica con nadie y se ve superior a todo el mundo porque considera que las gentes son dóciles, gregarias, enfermizas y mediocres. Nietzsche también diría que la cultura Occidental ha generado una moral de rebaño que echa a perder todas las fuerzas creativas de los individuos.
Lo que conduce al rebaño, a los “esclavos”, a la transvaloración de los valores es el resentimiento para con el espíritu libre, que es capaz de crear valores a partir de la afirmación de un modo de vida propio. Pero el rebaño, resentido, en lugar de afirmar su propia forma de vivir (lo cual sería imposible, porque no tiene ninguna forma de vida propia pues vive según lo que se le va marcando en cada momento), se limita a negar lo que el espíritu egregio afirma. No es una posición creadora, no es un acto de libertad. Pero, ¿por qué este resentimiento? Nietzsche nos explica que “les está vedada la auténtica reacción, la reacción de la acción” , es decir, son incapaces de obrar según sus propias reacciones, ni por sus acciones, porque éstas no son libres, no tienen nada que aportar, no son creativas, no construyen nada nuevo: el rebaño queda eternamente encerrado en el mismo corral, obrando siempre de la misma manera. Y ahí no hay reacción, sólo hay hábito. A fin de cuentas, el rebaño obra con malicia, con resentimiento, con envidia porque no puede soportar la libertad con la que actúa el hombre libre, y es por eso que niega sus valores. En cambio, el espíritu libre no da importancia a la moral del rebaño, sólo la contempla para recordarse a sí mismo que eso que tiene delante es lo que no vale para él, o sea, “lo malo”.
La famosa frase nietzscheana de que “hay que defender al fuerte del débil” cobra sentido después de esta explicación. En esta lapidaria sentencia se encuentra una férrea crítica a la teoría hegeliana de la dialéctica del amo y del esclavo (que Nietzsche leyó y conocía perfectamente), que viene a decir que toda identidad necesita apoyarse sobre su contrario: A no puede ser A si no se contrapone a ⌐A, lo cual significa que el amo no puede ser amo si no se apoya en el esclavo y viceversa (este es un reducto de la lógica dialéctica hegeliana). Pero Nietzsche no concibe esta postura porque para él, el amo es siempre amo no en comparación con nada, sino como producto de una autoafirmación que nada tiene que ver con la dialéctica. No hay dialéctica entre amo y esclavo, sólo hay afirmación del esclavo en sí mismo e ignorancia completa del esclavo. El amo no necesita al esclavo por una sencilla razón: es creador y por tanto es capaz de construir su propia vida, sus propios valores; pero bien diferente es la suerte del esclavo, pues éste sí necesita del amo porque necesita que le guíen por el camino que debe tomar.
Con la formulación de esta teoría de la moral, la ética nunca pudo volver a ser la misma. Después de más de veinte siglos, se cae la bienintencionada e inocente aunque castradora moral socrático-estoico-judeo-cristiana y, con ello, cae de golpe la venda que el hombre occidental había llevado. Es cierto que hay discursos de la filosofía moral que intentan volver a la virtud o reformular una especie de sentido universal de los valores, pero lo cierto es que con la Genealogía de la moral, la crisis de los valores se agudizó de forma que prácticamente no hay salida. La irracionalidad del siglo XX, que tiene mucho que ver con la pérdida del sentido, aduce directamente a esta crisis: si el bien y el mal es aquello que ciertos grupos humanos dictan y no tiene que ver, en cambio, con un designio divino o con un ideal inmutable, ¿entramos entonces en el todo vale?, ¿en el relativismo más feroz?

9 comentarios:

  1. Hastaahora no habia leido nada tuyo sobre algun tema que medio dominara .Ahora que por fin lo has hecho,aprovecho para decirte que escribes muy bien y de paso para recomendarte mi maravillosa obra sobre el Crepusculo de los idolos...je,je...toma propaganda subliminal
    Un abrazo

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  2. (:

    muchas gracias juanjo

    tu libro del crepusculo no solo lo tengo sino que lo usé para dar clase durante las practicas del master

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  3. Toni:Se nota que lees buena literatura...ja,ja
    Un abrazo

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  4. Juanjo qué puedo hacer para meterme a escribir en alguna editorial??

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  5. Pues por mucho que nos fastidie o por mucho que a muchos les fastidie sí, estamos ante el "todo vale". Sobrada prueba de ello es el siglo XX y el comienzo del XXI. ¿Soluciones? Quizá volver al ethos en el sentido no de norma, sino de talante absolutamente personal o, quizá, aceptar que la ética puede que esté subordinada a la estética. Una acción nos puede parecer buena porque es hermosa y no matamos al que tenemos al lado porque está feo, hombre.

    Pero preguntaré a los héroes a ver que proponen.

    Magnífico texto

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  6. Friedrich Nietzsche señaló con verdadero espanto ¡la indiferencia de la generación actual ante el nihilismo! El exacerbado racismo criminal y genocida serial del judaísmo plasmado por los redactores bíblicos en el Antiguo Testamento, y su falta de significado para los que no somos judíos, llevó a Nietzsche a pregonar: ¡la muerte de Dios! Grandes multitudes abandonan la religión judeo cristiana ante su falta de congruencia de sus dogmas con la realidad. El reto es superar el nihilismo de la sociedad actual formulando un cristianismo sin judaísmo que se pueda vivir y practicar, no en y desde lo religioso y lo sagrado, sino en y desde el humanismo secular laico, la pluralidad y el sincretismo resaltando la importancia genérica de Cristo y sus enseñanzas. Y para poder lograrlo tenemos que actualizar la teología, la cristología y la liturgia, enmarcadas en la doctrina y la teoría de la Trascendencia humana, conceptualizada por la sabiduría védica, instruida por Buda e ilustrada por Cristo; la cual concuerda con los planteamientos de la filosofía clásica y moderna, y las conclusiones comparables de la ciencia: (psicología, psicoterapia, logoterápia, desarrollo humano, etc.). Sincretismo religioso expresado por Raimon Panikkar fruto de sus frecuentes viajes a la India: «Me marché cristiano, me descubrí hindú y regresé budista, sin haber dejado de ser cristiano».http://www.scribd.com/doc/48104400/Nietzsche-y-La-Lucha-Contra-El-Judeo-Cristianismo-Por-El-Cristianismo

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  7. Medianoche: no esperaba otras soluciones de un tío que cada mañana hace un viaje de veintitantós siglos desde Grecia para enseñarme los placeres del mundo.

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  8. Rodolfo: Gracias por tu comentario. Quiero pensar que cuando dices que "El reto es superar el nihilismo de la sociedad actual formulando un cristianismo sin judaísmo que se pueda vivir y practicar, no en y desde lo religioso y lo sagrado, sino en y desde el humanismo secular laico, la pluralidad y el sincretismo resaltando la importancia genérica de Cristo y sus enseñanzas" te estés refiriendo a un reto que tú mismo te propones y no un hipotético reto por parte de Nietzsche, lo cual distaría mucho de su pensamiento y evidenciaría una enorme falta de rigor.

    Un saludo.

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  9. Cuanta elegancia para revelar lo inoportuno...



    Incipit Zarathustra

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